martes, 24 de septiembre de 2013

BROTES PÚRPURAS EN EL PROCELOSO MAR

Ceuta, 24 de septiembre de 2013.

Hoy he regresado al Cortijo Moreno. Ha sido una visita rápida. Con la tranquilidad  de conocer el camino y el lugar, he tomado algunas fotos y merodeado por las inmediaciones. A la vuelta he decidido tomar una ruta alternativa. En el llamado cruce de los Cuatro Caminos he descendido por la senda que conduce al castillo del Desnarigado. He percibido cierta recuperación del hermoso pinar que cubre la parte superior de esta espléndida cala. La vida parece que regresa a este encantador rincón de Ceuta. Para dejar constancia de este momento tomo algunas fotografías y prosigo el descenso hacia la playa.



Al llegar al castillo me he encontrado con una actividad desacostumbrado en este apacible paraje del Monte Hacho.  Un nutrido grupo de militares han bajado por el Camino de Ronda para acampar y desayunar en la explanada de la antigua desaladora. Al mismo tiempo un grupo de animadas mujeres terminan su excursión con un refrescante baño en el mar.



Yo, por mi parte, me he dirigido al solitario extremo occidental de la cala. Me he sentado al borde de una pequeña plataforma para tomar estas improvisadas notas.



Al mirar al mar pienso que siempre dicen que el mar es azul, pero yo hoy lo veo verde. Un color que me hace recordar el nivel de conocimiento al que ha llegado un sector cada día más numeroso de la ciudadanía. Un grupo de personas que han emprendido el camino hacia un segundo nivel de conciencia.

Miro a las rocas y observo un pequeño punto de color púrpura continuamente batido por las olas, pero que aún así resiste valerosamente el ímpetu del mar. Está solo. Sin embargo, su simple presencia augura la renovación de la vida y la transformación definitiva del ser humano.


VISITA AL CORTIJO MORENO

Ceuta, 18 de septiembre de 2013



Por fin lo he hecho. Hoy, por primera vez, visito el Cortijo Moreno. He soñado con este momento muchas veces este verano. Al llegar he recorrido el lugar con precaución. Hace algún tiempo que no salgo al encuentro de la naturaleza. Me siento indefenso en un entorno al que no estoy acostumbrado. Los edificios, las aceras, las tiendas, el bullicio de la gente, dan seguridad a quienes, como yo, hemos perdido el contacto diario con la naturaleza.


            El sitio no está exactamente como lo imaginaba. La mano ensuciadora del ser humano se hace presente en forma de plásticos, latas y otros enseres. Pero aún así, conserva la belleza que debió tener antaño este lugar. Al asomarme por la ventana queda enmarcada la pétrea imagen de la fortaleza del Hacho.




            He tardado unos pocos minutos en encontrar un emplazamiento que me gustara. Después de dar unas cuentas vueltas me he sentado bajo la sombra de un frondoso laurel. Lo que buscaba era un sitio a la sombra y con buenas vistas. Y lo he encontrado. Al fondo diviso, entre unos árboles, el castillo del Desnarigado y el abierto arco que dibuja el horizonte, difuminado con una tenue niebla. El mar está en calma. Detrás de la punta del Desnarigado, las superficiales olas se confrontan sin mucho ímpetu en un punto en el que cada uno quiere tomar una dirección distinta. No se pelean. Se cruzan y cada una sigue su camino sin estorbarse.


            Según pasan los minutos me siento más a gusto, aunque un leve cosquilleo recorre mi estomago. Debe ser la emoción. No obstante, esto no impide que la pluma se deslice, -sin prisa, pero sin pausa-, por la libreta. Los pensamientos brotan de manera natural, como si hubiera quitado un tampón que impedía el normal fluir de la mente. A mi recuerdo vienen algunos autores que han ayudado a dar este paso: Thoreau, Whitman, Emerson, Ruskin y Mumford., siempre Mumford. Sé que difícilmente alcanzaré su maestría, pero estoy seguro que no hicieron algo distinto de lo que estoy haciendo yo en este momento: salir  al encuentro de la naturaleza, buscar un rincón en el que reencontrarse, abrir los sentidos al medio natural, al aire fresco que me saluda con una ligera brisa en el preciso instante en el que escribía sobre él. Te he escuchado, querido viento, y me alegro de que salgas a saludarme. También me saludan los pájaros. Desde varios rincones emiten su rítmico cantar para llamar mi atención. Uno, en concreto, es más insistente que los otros y cuando lo busco con la mirada me regala su elegante vuelo. Es un pájaro pequeño, pero muy vivo y hermoso.



            Son las diez y veinte de la mañana. El sol empieza a tomar altura y sus rayos atraviesan las ramas y las hojas del árbol que tengo enfrente. Buenos días, querido sol. Gracias por anunciarte y gracias por acudir siempre a tu cita para darnos vida y alegrarnos el alma. Ahora que tú te haces notar con fuerza,  creo que va siendo hora de reemprender mi camino.  

martes, 17 de septiembre de 2013

ANALFABETOS Y NEOANALFABETOS


La historia del pastor Pascual Carrión, que he conocido gracias a Javier Sabater, me ha hecho recordar un inteligente escrito de Pedro Salinas titulado “Defensa, implícita, de los viejos analfabetos” e incluido en su libro “El Defensor”.  En este breve ensayo, Salinas propone la existencia de dos tipos de analfabetos: el analfabeto puro y el neoanalfabeto,  con dos modalidades en este último caso, los totales y los parciales.

Del primero del analfabeto puro, dice que “puede ser persona trágica, y es su tragedia que poseyendo, acaso, su alma virtudes innatas bastantes para designarlo como ser de excepción si el  laboreo de las ideas hiciese germinar aquellas virtudes, se queda baldío, por carencia de letras y cultivo”. Salinas no tiene reparos en declarar que “siento por esta clase de analfabetos respeto, simpatía y admiración en sus casos. Basta andar un poco por las parameras castellanas o los olivares de Andalucía, si de mi tierra se trata, para dar con analfabetos que resultan ser, en cuanto se les conoce, personas tan cabales en su humanidad, tan dignas en conducta y tan atinadas en su juicio como muchos hombres rebosados de instrucción”.

En cuanto a los neoanalfabetos, aquellos que “después de haber aprendido a leer, porque así se lo enseñaron en la escuela, renuncia al uso de su capacidad lectora, salvo en lo estrictamente indispensable: el correo diario, los programas de cine o espectáculos  y la guía de teléfono”. Salinas los considera, como nueva clase, “mucho mas amenazadora y peligrosa que lo de los analfabetos puros. Ni están con el diablo en su tenebrosa ignorancia, ni aspiran a Dios, a la claridad de su sapiencia”.  Forman parte de este grupo de neoanalfabetos,  los neoanalfabetos parciales, “es decir, los que todavía usan sus dotes de leer, pero reduciéndolas a la mayor estrechez. Caben casi todos bajo el generoso manto denominador del especialismo”. A ellos dedica una amplia y contundente crítica Pedro Salinas.

                En la misma línea que Pedro Salinas, recuerdo igualmente el comentario que figura en “El apéndice actualizado” del conocido libro de Giovanni Sartori, “La sociedad multiétnica”. Este polémico sociólogo italiano, defiende la tres de que en el pasado había más saberes, afirmación que apoya en tres tipos de argumentos. “El primero es que se entendía más cuando el mundo del hombre era menos complejo, y que por tanto estamos perdiendo comprensión porque nos vemos derrotados, cognitivamente, por complejidades crecientes. El segundo argumento es que antes había más saber en el sentido de que los imbéciles aún no habían empezado a pensar, lo que dejaba más espacio y daba más espacio al que sabía pensar.  Y el tercero es que el pasado era más docto en términos de sabiduría. Sí, durante milenios la humanidad no ha tenido educación. Pero esa falta de educación –no saber leer ni escribir- se suplía con una tradición de sabiduría destilada en proverbios, se suplía con un “saber proverbial”.

En los últimos tiempos, con la perdida de la estrecha relación que muchos analfabetos mantenían con la tierra, se ha perdido la sabiduría de la naturaleza, del cultivo, del pastoreo, como  la de Pascual, y ha surgido un neoanalfabeto nuevo, el peor de todos, el total. Un neoanalfabeto sin la sabiduría vital del antiguo analfabeto puro y que, además, carece de las ciertas ventajas que da la instrucción educativa a los neoanalfabetos que describía Pedro Salinas.  Miedo da.
Pedro Salinas
 
 

sábado, 14 de septiembre de 2013

ARTUR MAS: EL HOMBRE QUE PUDO REINAR


Un interesante comentario de mi amigo Esteban López me ha permitido recordar algunas apreciaciones de Mumford sobre el regionalismo y el nacionalismo. En opinión de este autor, la unificación política nacional “se ha llevado a cabo en todo el mundo sin tener mayormente en cuenta la realidades geográficas y económicas. Esa actitud ha tenido este resultado: las zonas políticas, económicas y culturales no existen en relación concéntrica: se observan las superposiciones, las duplicaciones y los conflictos que caracterizan a nuestras relaciones territoriales”.

Mumford se mostró especialmente crítico con el concepto, tan en boga en la actualidad, de “unidad nacional”. Un término, el de nación, “tan vago y contradictorio, que siempre debe tomarse en un sentido místico, como significando lo que las clases gobernantes quieren que signifique en determinado momento”. Desde un punto realista, las naciones, no son otra cosa que “una tentativa para hacer que las leyes, las costumbres y creencias de una sola región o ciudad sirvan de modelo de muchas otras regiones”. En el caso de España resulta evidente, tal y como señaló Ortega y Gasset en “La España Invertebrada”, que “España es un cosa hecha por Castilla”, a su imagen y semejanza, añadimos nosotros. Como acertadamente expuso Mumford, una unidad nacional, como la pretendida en España, “no se forma como consecuencia de movimientos de opinión espontáneos y afiliaciones naturales, debe ser constantemente estimulada por el esfuerzo deliberado: la doctrina en las escuelas, la propaganda en la prensa, las leyes respectivas, la extirpación de dialectos y lenguajes rivales, ya sea mediante una orden o la burla, o por la supresión de las costumbres y privilegios de las minorías”. Esta estrategia fue desplegada por el franquismo durante cuarenta años en un doble sentido: en la construcción del nacionalismo español y en la aniquilación del sentimiento nacionalista en determinadas regiones de España, principalmente en Cataluña y en el País Vasco.

En España la represión de los nacionalismos se inició mucho tiempo antes del franquismo. Ya en tiempos de los Reyes Católicos, tal y como cuenta Felix Rodrigo Mora en “El giro estatolátrico”, se despojó a la corona de Aragón de sus instituciones, al igual que sucedió en Galicia. Sin embargo, fue en el siglo XVIII cuando se produce el asalto definitivo contra las instituciones, las costumbres, las leyes y la lengua de los Países Catalanes, sobre todo después del apoyo que este territorio otorgó al Archiduque Carlos, en contra de las aspiraciones borbónicas para hacerse con el control del reino de España. La venganza de los vencedores contra los catalanes se plasmó en el Decreto de Nueva Planta (1716) que abolía las cortes catalanas e impuso al castellano como el idioma oficial de la administración, además de hacerlo obligatorio en las escuelas y juzgados.

No obstante, y a pesar de las fuerzas represivas contra los nacionalismos que desplegaron las monarquías absolutas en buena parte de Europa, no pudieron impedir un resurgimiento de los sentimientos regionalistas que emergieron a mediados del siglo XIX. Lewis Mumford data el comienzo de la revitalización del movimiento regionalista en 1854, cuando los felibres se reunieron por primera vez a fin de restaurar el lenguaje y la vida cultural autónoma de Provenza. Dentro de este proceso Mumford cita de manera expresa a los vascos y catalanes, además de a los bretones, provenzales, eslovacos, irlandeses, escoceses, galeses, flamencos y valones, etc.. Toda una serie de regiones que vienen luchando desde entonces por hacer valer sus derechos para obtener la autonomía regional.

La reacción de los estados ante la reaparición de estos grupos nacionales no ha variado mucho en todos estos años. Según comenta Mumford, la estrategia ha consistido en transmitir la idea, a través de los medios de comunicación, de que “todo movimiento tendente a la autonomía regional, si en realidad no es un movimiento traidor, es cuando menos un movimiento ridículo”. Esta reticencia de los gobiernos centrales a reconocer e integrar a los grupos regionales son responsables, según el criterio de Mumford, “de que el movimiento pro autonomía asuma una actitud recalcitrante y atrasada”. La falta de entendimiento ha conducido, como bien sabemos en España, a la radicalización de las posturas en ambos extremos. Si bien Mumford dirige sus críticas más ácidas contra el centralismo de los estados, no deja de afear la actitud de los regionalistas “que han hecho resaltar excesivamente la formación de los estados soberanos fraccionarios, como si los males ocasionados por la centralización exagerada y las supersticiones de la soberanía austiniana fueran a desaparecer por el hecho de brindar oportunidades a muchos pequeños déspotas”. Y esto, precisamente, lo que, según mi punto de vista, está ocurriendo en Cataluña.

Desde hace muchas décadas, los nacionalistas catalanes, concretamente CIU, han trabajado para crear un estado dentro del Estado español. Mientras fluía el dinero se permitió esta locura y los gastos del Estado catalán se iban cubriendo con más o menos solvencia. Los problemas comenzaron cuando estalló la crisis y hubo que apretarse el cinturón. Entonces tomamos conciencia del disparate que se había permitido por unos y otros. ¿Cuál fue la estrategia de CIU? Pues echar la culpa de los drásticos recortes que hubo que hacer al estado español. El euro por receta, la subida en los transportes públicos, los despidos en el sector público eran todos por culpa de que los españoles  “nos estaban robando”. Así tal cual. Y llegó la Diada del año pasado y la gente andaba calentita. Tomaron la calle y Mas también se calentó. Se imagino como el Simón Bolívar catalán, el libertador de Cataluña de la tiranía española. Actuó como un aprendiz de brujo y se le fue la mano en los ingredientes nacionalista con el propósito de presionar a Madrid para que aflojara la presión en la reclamación de ajustes presupuestarios y abriera la mano. Todo ello en un momento en el que se estaba descubriendo la trama de financiación ilegal de su partido.

Una vez destapada la caja de Pandora no hay vuelta atrás. La gente ya no quiero mejoras en la financiación. Quieren la independencia. Los han convencido de que la solución a sus problemas es separarse de España y no creo que sea posible distanciarlos de este objetivo. Igual me equivoco, pero creo que Artur Mas se ha pegado un tiro en los pies. En las próximas elecciones, según las últimas encuestas, CIU bajará aún más en los porcentajes de apoyo electoral y ERC se pondrá en cabeza. Mas va a quedar en los anales de la política catalana como el tío más tonto que ha pasado por la Generalitat, y mira que se lo advirtió Duran i Lleida. Todo por creerse señalado por la fortuna para pasar a la historia como el libertador de la nación catalana. Otro que, como el personaje de Kipling, se creyó el “Hombre que pudo reinar”.