jueves, 7 de noviembre de 2013

“LA CAÍDA” DE CAMUS, LA AUTOCRÍTICA Y EL ARREPENTIMIENTO




Guardo con mucho cariño este ejemplar de "La Caída" de Albert Camus, editado por la la editorial "Zarco" de México, en 1956. Al abrir el libro me ha llegado ese olor "a antiguo" que me encanta, -como antítesis del nuevo spot de Vodafone que vende olores "a nuevo". Más allá del valor sentimental que para mí tiene este ejemplar de "La Caída" de Camus, considero esta obra la materialización literaria de una de las principales virtudes de occidente: la capacidad de autocrítica. Ninguna otra civilización ha dado tantas muestras de autocuestionamiento, crítica vigilante y permanente autoexamen, tal y como nos han recordado recientemente autores como Javier Gomá Lanzón y Mario Vargas Llosa. Este espíritu crítico nos ha permitido avanzar y desembarazarnos de algunos mitos que impedían el libre despliegue de la razón. La autocrítica es más que nada un ejercicio individual que nos permite avanzar en nuestro desarrollo personal y vencer el ensimismamiento y la autocomplacencia. También nos permite juzgar a los demás para ayudarle a avanzar en su propio crecimiento individual. A esta tarea se dedicaba Juan Bautista Clamence, el protagonista de "La caída". "Ejerzo, pues, mi útil profesión. Consiste primero, y Ud. ya ha tenido esa experiencia, en practicar la confesión pública lo más frecuentemente que sea posible. Me acuso de todo y por todo...Cuando el retrato ha terminado, como hoy, lo muestro lleno de consuelo. "¡He aquí, desgraciadamente lo que soy!!. El requisitorio ha terminado pero al mismo tiempo el retrato que extiendo a mis contemporáneos se ha vuelto un espejo".

"...Mientras más me acuso, más derecho tengo a juzgarlos. Aún mejor, hago que se juzguen a sí mismos, lo que me alivia en proporción. Somos, mi querido amigo, extrañas y miserables criaturas que por poco que busquemos en nuestra vida no nos faltarán ocasiones de asombrarnos y de escandalizarnos a nosotros mismos".  



 "La Caída"  de Albert Camus tendría que ser de obligada lectura para todos, en especial para los que ejercen cargos públicos. Nadie parece estar dispuesto a ejercer la autocrítica, a reflexionar sobre la manera en que cada uno de nosotros, por acción u omisión, hemos contribuido a que se produzca la crisis que estamos padeciendo desde hace un lustro. En cierto que los políticos han gestionado mal los intereses colectivos, pero ¿Qué hemos hecho los ciudadanos para evitarlo? ¿Cuantos de nosotros ha ejercido  la autocrítica y la crítica vigilante respecto a lo que el complejo del poder hacía con nuestros bienes colectivos? ¿Cuantos, como se preguntaba Albert Camus, en "El hombre rebelde", han practicado una "rebeldía vigilante"? ¿Cuantos, decía Camus, sin pretender resolverlo todo, al menos han dado la cara?

Lewis Mumford, en “La conducta de la vida”, reivindicaba una herramienta ética diseñada y puesta en práctica por el cristianismo, la asunción de la culpa y el posterior arrepentimiento. La verdad, sin embargo, comentaba Mumford, "es que la gente en nuestra cultura tienen una morbosa tendencia para evitar la culpa, porque no quiere tomarse la molestia de cambiar su conducta de ninguna manera: la evitación de la culpa y transferencia de la culpa son, por lo tanto, endémicas entre nosotros. Estos son sustitutos para el arrepentimiento y la renovación".




"En fin, la manera de neutralizar las malas inclinaciones no es negar la objetiva existencia objetiva del mal o evitar odiar lo que es odioso y culpando a lo que es culpable, sino aceptar el hecho de que tenemos en nuestra propia conducta las mismas tendencias que nos disgustan y vemos tan claramente en aquellos que se oponen a nosotros; y sin disminuir nuestra legitima responsabilidad de corregir los actos de otros personas que necesitan corrección, debemos pedir a nuestros compañeros, a su vez, que nos ayuden corrigiéndonos”. El orgullo, tan propio de la idiosincrasia española, es un grave obstáculo que nos impide asumir nuestros errores y, mucho menos, admitir que alguien no enfrente a ellos.  Así va a ser muy difícil superar esta crisis de profundas raíces éticas y morales. Igual leyendo “La Caída” encontremos la inspiración para superar este complejo que nos impide crecer y avanzar de manera individual y colectiva. 

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