sábado, 11 de mayo de 2013

EL HORROR ECONÓMICO

El pasado fin de semana me enteré, por la sección de obituarios de "El País", del reciente fallecimiento de la escritora y activista Viviane Forrester. Esta triste noticia me hizo recordar una de sus obras más conocidas, que leí hace años y que me provocó un hondo impacto:  “El Horror Económico”. Un libro del que se han vendido más de 300.000 ejemplares en Francia y se ha traducido a 12 idiomas, habiéndose convertido en un fenómeno de trascendencia internacional. Con una franqueza casi brutal, la autora aborda en este trabajo los principales problemas de la sociedad actual: desigualdades sociales, marginación, desempleo, etc…
En opinión de Forrester “vivimos en medio de una falacia descomunal, un mundo desaparecido que se pretende perpetuar mediante políticas artificiales. Un mundo en el que nuestros conceptos de trabajo y por ende del desempleo carecen de contenido y en el cual millones de vidas son destruidas y sus destinos aniquilados. Se sigue manteniendo la idea de una sociedad caduca, a fin de que pase inadvertida una nueva forma de civilización en la que sólo un sector ínfimo, unos pocos, tendrá alguna función. Se dice que la extinción del trabajo es apenas coyuntural, cuando en realidad, por primera en la historia, el conjunto de los seres humanos es cada vez menos necesario…Descubrimos que hay algo peor que la explotación del hombre: la ausencia de explotación; que el conjunto de los seres humanos es considerado superfluo,  y que cada uno de los que integran ese conjunto tiembla ante la perspectiva de no seguir siendo explotable”.
            Las ideas de V.Forrester se confirman diariamente en las noticias económicas y en las manifestaciones de ciertas personas que consideramos la “élite” de nuestro país. Así el brillante cirujano Pedro Cavadas, responsable del primer transplante de cara en España, declaró en una entrevista en el diario “El País” que “no somos todos iguales: el que curra no tiene por qué ganar lo mismo que el vago, lo siento…Las subvenciones y los subsidios generan vagos”. Resulta inquietante leer estas declaraciones de alguien que vive rodeado de personas con graves problemas de salud y, por tanto, en contacto permanente con el sufrimiento humano. Quizá se haya deshumanizado y sólo vea a su alrededor objetos andantes, portadores de órganos que pueden ser transplantados de un cuerpo a otro. Desde luego, parece evidente que el Sr. Cavadas no ha tenido que sufrir la angustia de la inestabilidad, el naufragio de la identidad, el sufrimiento de perder su casa o no poder llevar un sueldo con el que alimentar a su familia. Este problema lo están sufriendo en nuestro país cerca de cuatro millones de personas, a las que se insulta gravemente cuando se les tacha de vagos y subvencionados. Desgraciadamente, este tipo de pensamiento está extendido entre las clases privilegiadas de la sociedad española, los únicos que se consideran merecedores del derecho de vivir.
            En España, como es de sobra conocido, las desigualdades sociales aparecen cada día más marcadas. En la cúspide una pequeña minoría que acapara gran parte de la riqueza del país. Un escalón por debajo están aquellos que de una manera directa o indirecta trabajan para las administraciones públicas; en medio, los trabajadores del sector del comercio, con sueldos a lo sumo mileuristas; y en la base, una amplia masa social de desempleados que no deja de crecer. Entre estos últimos, como bien apunta Ulrich Beck, abundan aquellos que realmente no buscan un trabajo, sino un dinero con el que poder subsistir. Esto nos lleva a un debate mucho más profundo sobre la condición humana y los derechos fundamentales que asisten a cualquier ser humano. Parece como si el principal derecho de cualquier persona, el de vivir, dependa de la demostración de que  “es útil para la sociedad, es decir, para aquello que la rige y la domina: la economía confundida más que nunca con los negocios, la economía de mercado. Para ella, “útil” significa casi siempre “rentable”, es decir que le dé ganancias a las ganancias.
           

1 comentario:

  1. Si eso me recuerda un estudio del Banco Central de la Republica Dominicana sobre el desempleo donde decia que entre las causas del desempleo se encontraba la vagancia: "Entre los meses de octubre de 2007 y de 2008, la PNEA creció 4.7%, lo que significa, según el Banco Central, que 153,297 personas perteneciente a la población en edad de trabajar (PET) pasaron a ser “estudiantes” o “amas de casas” o “rentistas” o “jubilados” o “incapacitados para trabajar” o “vagos”."

    ResponderEliminar