jueves, 4 de abril de 2013

SIN INTELIGENCIA NO HAY FUTURO


Hace algún tiempo publicaba “El País” un interesante artículo de opinión de Rüdiger Safranski titulado “la actualidad de Schopenhauer”. En este artículo se centraba en el mensaje de una de las principales obras de Schopenhauer: “El mundo como voluntad y representación”. En síntesis, el ensayista R. Safranski considera fundamental recuperar la idea del filósofo alemán de superar la voluntad egoísta y aprender a dejar de satisfacer nuestros impulsos de manera ansiosa. Pero no es de esto de lo que queremos tratar en este espacio de opinión, sino de una idea que leímos hace algún tiempo en otra gran obra de este pensador, “El Arte del Buen Vivir”. Schopenhauer concluye la introducción de este libro con una declaración impactante que dice así: “en general, los sabios de todos los tiempos han dicho siempre lo mismo, y los necios, esto es, la inmensa mayoría de todos los tiempos, han hecho y dicho también lo mismo, y siempre seguirá siendo así”. Pues bien una de las ideas que han compartido los intelectuales que más admiramos es la necesidad de adecuar nuestro nivel de desarrollo técnico con el nivel de nuestra inteligencia individual y colectiva.

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                                            Arthur Schopenhauer
 
Uno de los primeros al que leímos un pronunciamiento respecto al atraso del desarrollo mental en comparación con el avance tecnológico fue a Lewis Mumford. En “My Works and Days” (1985), advirtió que “el peligro del sistema industrial mecanizado no es que la población presione sobre la provisión de alimentos: el peligro es que la población presione sobre la provisión de inteligencia. Y parece claro que, al igual que con los alimentos, sin inteligencia la gente perecerá”. Antes que Mumford, un testigo del drástico cambio que sucedió en el mundo entre finales del siglo XIX y principios del XX, el historiador Henry Adams, nos han legado una descripción del sentimiento que embargaba a las mentes más lucidas de esta época: “…el poder había crecido más que su utilidad y afirmado su libertad. El cilindro había estallado y arrojado con ello grandes masas de piedra y vapor contra el cielo. La ciudad tenía el tono y la cadencia de la histeria, y los ciudadanos proclamaban a gritos, airados y alarmados, que las nuevas fuerzas debían a toda costa ser sometidas a control. Una prosperidad que no había sido imaginada antes, un poder que el hombre no había ejercido aún, una velocidad que no había sido alcanzada sino por los meteoritos habían dejado al mundo irritable, nervioso, displicente, falto de razón y asustado”.


                                                   Lewis Mumford
 
Otro de los intelectuales que nos alertó sobre el problema de la falta de inteligencia a la hora de utilizar los nuevos instrumentos técnicos fue el considerado uno de los más brillantes científicos del siglo XX, el físico Albert Einstein. En su obra autobiografía, “Mis ideas y opiniones”, recoge el siguiente pensamiento: “lo que el genio creador del hombre ha brindado en los últimos cien años podría habernos ofrecido una vida mucho más placentera y tranquila si el desarrollo de la capacidad de organización hubiese ido a la par del progreso técnico. Tal y como están las cosas, en manos de nuestra generación, esos bienes que tanto costó lograr son como una navaja barbera en manos de un niño de tres años. En vez de libertad, la posesión de maravillosos medios de producción ha traído consigo hambre y preocupaciones”.

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La lista de autores que han llegado a planteamientos similares a los expuestos con anterioridad sería interminable, pero no nos resistimos a incluir uno más reciente, el Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2010 . Nos estamos refiriendo al escritor libanés Amin Maalouf, que en su último libro “El desajuste del mundo”, ha llegado a declarar que “la pregunta pertinente no es si nuestra mentalidad y nuestro comportamiento han progresado en comparación con los de nuestros antepasados; es si han evolucionado lo suficiente para permitir que les plantemos cara a los gigantescos retos del mundo de hoy”. Sinceramente, nosotros tenemos serías dudas de la capacidad del hombre de estar a la altura de las circunstancias. Al menos de la capacidad del hombre “posthistórico”, descrito por Roderick Seidenberg, en lo que nos hemos estamos convirtiendo debido a la adaptación por completo a la máquina. Si miramos a nuestro alrededor o somos capaces de un sincero ejercicio de autocrítica nos daremos cuenta que, salvo raras excepciones, somos unos ignorantes de nuestra propia ignorancia.
 
Amin Maalouf
 

El futuro de la humanidad depende del pleno ejercicio de nuestra inteligencia. El mundo no se salvará de la autodestrucción si no conseguimos erradicar la ignorancia mediante la difusión de la cultura y la educación. Por eso sentimos tanta desazón cuando nos enteramos del alto índice de fracaso escolar; de la incultura de algunos sectores de la sociedad que desconocen los nombres de los más notables escritores que ha dado nuestro país, pero que se saben de pe a pa la alineación de la selección de fútbol; de la acción de aquellos que aprovechan cualquier legítima movilización ciudadana para dar rienda suelta a la violencia animal; de tantos descerebrados que circulan por nuestras calles con la música a toda pastilla y las ventanas bajadas; de las noticias sobre las guerras, el fanatismo religioso, la corrupción, la tortura, la pena de muerte,..; de tantas y tantas cosas que nos hace dudar de la inteligencia del ser humano. No obstante, coincidimos con Bertrand Russell en la idea de que “la inteligencia, la paciencia y la elocuencia, más tarde o más temprano, pueden liberar a la especie humana de las torturas que se impone a sí misma, siempre que no se autoelimine antes”.

 

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