jueves, 25 de abril de 2013

APRENDEMOS VIVIENDO

Vivendo discimus era el lema de Patrick Geddes (1854-1932): "aprendemos viviendo". O como dijo en posteriores ocasiones "sólo pensando las cosas a medida que se las vive, y viviendo las cosas a medida que se las piensa, puede decirse de un hombre y de una sociedad que piensan o viven de verdad". Siguiendo esta idea, en su obra más conocida titulada "Ciudades en evolución", insta a todos los ciudadanos a participar en la vida y actividades de la comunidad si queremos que nuestra apreciación sea activa, dejando de este modo algo de lo mejor que hay en nosotros en la ciudad; más rica y no más pobre debido a nuestra presencia. Por eso insistió en la necesidad de fomentar la observación y extenderla, de conocer nuestras regiones y ciudades en detalle, y de hacernos más competentes prácticamente para participar en el despertar y el desarrollo de nuestra ciudad natal, en vez de limitarnos a delegar en otros nuestras responsabilidades mediante la maquinaria electoral política o municipal.
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Patrick Geddes

            El optimista lema de Patrick Geddes, "videndo discimus", fue puesto en práctica por él mismo y su esposa con sacrificios. A los distritos de casas de vecindad apiladas en Edimburgo llevaron jardines; a las calles llenas de plagas de las ciudades indias llevó limpieza; a los estudiantes los envió a la ciudad y al campo a ver con sus propios ojos las realidades de la naturaleza. Podría decirse que era una persona comprometida por lo que se dedicó a la ciudadanía, aún a costa de retardar su propia carrera como hombre de ciencia. Geddes estaba demasiado preocupado por lo que sucedía fuera de su laboratorio y de su estudio para contentarse con un éxito personal hecho posible por la indiferencia cívica. Este mismo compromiso reclamó a los especialistas de otras disciplinas científicas animándoles a elevarse hacia opiniones, objetivos y planes comunes, como ciudadanos que conservaran y estimularan la vida en su propia comunidad y su propia región, cooperando con otros ciudadanos en todo el mundo.

            El sociólogo Zygmunt Bauman en su obra "Miedo líquido. La sociedad contemporánea y sus temores", analiza las distintas modalidades de miedos a los que se enfrenta nuestra sociedad actual planteando una conclusión no definitiva para quienes se pregunten qué se puede hacer contra el miedo. Curiosamente, y sin citarlo, llega a la misma conclusión que casi un siglo antes había llegado Geddes: la necesidad de un mayor grado de compromiso de la clase intelectual. A pesar de las dudas sobre si el concepto de intelectuales específicos o especializados no es más que un oxímoron, ahora más que nunca es necesario ejercer el pensamiento crítico que, según Adorno,  "no consiste en la conservación del pasado, sino en la redención de las esperanzas del pasado". Así, tal y como también señaló Jean-Pierre Dupuy resulta indispensable profetizar los problemas de nuestra sociedad tan encendida y clamorosamente como podamos, siendo ésta la única opción que nos queda de hacer evitable lo inevitable y, quizás, incluso, de convertirlo en algo imposible de producirse.


Zygmunt Bauman



            Desgraciadamente, salvo contadas y honrosas excepciones, la clase intelectual española anda más preocupada en su promoción laboral y económica, acomodada en un absoluto conformismo que es fomentado, agradecido y recompensado por la clase política . La cobardía de algunos de ellos les lleva  incluso a criticar a quienes sí que tienen la suficiente valentía para denunciar públicamente las incoherencias del poder y su vacíos discursos políticos. Como Lewis Mumford indicó en su libro "la condición del hombre", sólo quienes están ya muertos y vencidos necesitan aceptar la derrota y la muerte como su destino definitivo.

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Lewis Mumford

            Los denominados nuevos profetas, en palabras de Bauman, no desean que se les reconozca su poder de predicción ante los retos de la humanidad (agotamiento de los recursos naturales, cambio climático, pérdida biodiversidad, conflictividad social, etc...), más bien desean que el futuro les quite la razón, cuyo único medio de conseguirlo consiste en proclamar lo que la inmensa mayoría de la sociedad no quiere escuchar al enfrentarlo a un realidad insoslayable que pretenden ignorar para seguir viviendo en su ficticio mundo ideal. El mismo Mumford, considerado por algunos como un profeta del catastrofismo, lejos de sentirse afectado por este imagen, comentó en cierta ocasión que "me moriría feliz si supiera que en mi lápida se podría escribir estas palabras: este hombre era un tonto absoluto. Nada de lo desastroso que de mala gana predijo llegó jamás a pasar".

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