domingo, 3 de marzo de 2013

LOS MEJORES MÉDICOS: EL DOCTOR QUIETUD, EL DOCTOR ALEGRÍA Y EL DOCTOR DIETA

El despertar del mundo tras la oscura etapa que se abrió después de la caída del imperio romano devolvió el interés por el cuerpo y sus cuidados. A partir del siglo XII creció gradualmente el interés por la salud, por la higiene y por la sanidad. Uno de los centros de este movimiento estuvo en Salerno, donde se dieron cita conocedores de la ciencia médica árabe y judía. Fue precisamente en esta ciudad italiana donde se escribió uno  de los tratados de salud más famosos de la historia: El Regimen Sanitatis Salernitanum. En él se encuentra un régimen diario de cuidados a mantener durante toda la vida. Mumford resume su contenido en los siguientes consejos prácticos: “mantener la cabeza libre de preocupaciones y el corazón libre de cólera; ser moderado en el comer y en el beber; evitar el posponer le movimiento del vientre; levantarse temprano, lavarse manos y ojos, peinarse, y cepillarse los dientes. El vino, las mujeres y los baños hacen bien o mal, según se usen o abusen. Alojarse en habitaciones limpias y claras, apartadas de las aguas estancadas o de los excrementos; comer según la estación; lavarse las manos frecuentemente; no interrumpir súbitamente la dieta habitual y observar que una buena dieta “es la perfecta manera de curarse...En cuanto al cuidado médico, los mejores médicos son el doctor Quietud, el Doctor Alegría y el Doctor Dieta”.
            El sentido común que manifiestan los sabios consejos incluidos en este tratado del siglo XII sorprende a propios y extraños. Nuestra civilización que suele referirse al medievo con una época salvaje e indómita ha olvidado estas nociones básicas para mantener la salud física y psíquica. La falta de quietud provoca stress y neurosis; la ausencia de alegría nos hunde en la depresión; y el descontrol de la dieta ha hecho de nosotros una sociedad de obesos y enfermos coronarios. Al menos antes sabían lo que comían, ya que vivían de lo que daban sus tierras, bebían la leche de sus vacas y  comían la carne de los animales que ellos mismos criaban. Ahora no descubrimos que las hamburguesas y otros platos preparados contienen carne de caballo. Da miedo pensar en lo que nos llevamos a la boca. Quizá ha llegado el momento de consultar a los doctores que recomendaban los sabios medievales que escribieron el Regimen Sanitatis Salernitanum.


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