viernes, 25 de enero de 2013

EL SÍNDROME DEL ALPINISTA

           Siempre me he preguntado que motiva a una persona a jugarse la vida subiendo a la cima de una inaccesible montaña. Dicen quienes practican este deporte de alto riesgo que todos los sufrimientos se compensan cuando alcanzan su meta y, desde la cúspide, contemplan la majestuosidad de las cumbres nevadas. No dudo de que sea gratificante la sensación de superar un reto al alcance de pocas personas, pero no deja de ser un ejercicio un tanto estéril desde el punto de vista humano. Si realmente el objetivo de una expedición alpinista es experimentar un encuentro intenso con la naturaleza,  no es necesario jugarse la vida trepando hasta la cima de un elevado monte.
            Los alpinistas no sólo los únicos que trepan sin un fin concreto. Los políticos son también hábiles alpinista, aunque su escenario es bien distinto. Ellos trepan por las escurridizas paredes del complejo del poder. Según Castoriadis, “en la sociedad moderna, en todo aparato burocrático jerárquico, incluidos por supuesto los partidos políticos, el individuo que quiere llegar a la cima debe recorrer los escalones de la pirámide burocrática; este ascenso mismo se convertirá, por la fuerza de las circunstancias, en su única preocupación. Y tendrá cada vez menos que ver con su capacidad de llevar a cabo las tareas que supuestamente debe cumplir, y cada vez más con su lisa y llana capacidad de trepar…Los individuos que trepan en un aparato burocrático son los más capaces, ¿De qué? De trepar. ¿Y cómo? Mediante, claro está, la utilización de todo el juego intraburocrático de las camarillas y los clanes, etc., y de la transformación concomitante de todos los verdaderos objetivos de motivos de pendencia entre camarillas y clanes”. Se da, por tanto, una disociación entre habilidad para trepar hasta la cima y capacidad de gobernar. Podríamos ilustrar este fenómeno con multitud de ejemplos. El más claro en la actualidad, al menos desde mi punto de vista, es el de Mariano Rajoy. Un político mediocre, sin carisma, que ha llegado a la cima del poder político en España, no por su capacidad de gestor, sino por su resistencia a la vientos y tormentas que soplan con fuerza en la más altas cumbres del poder en nuestro país. Ahora que ha alcanzado la cima no sabe que hacer y se debe preguntar: ¿Qué hago yo aquí?.



1 comentario:

  1. “Porque toda representación de lo “alto” va desde el ojo hacia arriba de la línea normal de la mirada. Y “altas” son las personalidades que “poseen” la bondad, la sabiduría y la fuerza. Y en lo “alto” están las jerarquías y los poderes y las banderas y el Estado. Y nosotros, comunes mortales, debemos “ascender” en la escala social y acercarnos al poder a todo coste. Qué mal estamos, manejados aún por esos mecanismos que coinciden con la representación interna, con nuestra cabeza en lo “alto” y nuestros pies pegados a la tierra. Qué mal estamos, cuando se cree en esas cosas (y se cree porque tienen su “realidad” en la representación interna). Qué mal estamos, cuando nuestra mirada externa no es sino proyección ignorada de la interna”.
    (Silo – La mirada Interna Cap. XVI. PROYECCIÓN DE LA FUERZA)

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