lunes, 30 de diciembre de 2013

UNA NAVE SIN RUMBO

Como cada final de año toca hacer balance de lo acontecido en los pasados doce meses. Es bueno practicar este ejercicio de reflexión que nos permite analizar los avances, retrocesos o estancamientos en determinados asuntos que afectan a la vida de los ceutíes y a la propia conformación física de esta ciudad. Vivimos inmersos en una continua aceleración de la historia, que nos arrastra a todos como lo hace una ola con los guijarros de la orilla. Este proceso nos impide tomar conciencia de la dirección hacia la que nos empuja unos acontecimientos que se suceden a una velocidad vertiginosa. Nos falta perspectiva para observar cómo nos condiciona el pasado, nuestra aportación desde el presente y las probabilidades y  posibilidades que se nos presentan de cara al futuro.
            El pasado no nos deja nunca, de modo que una parte de nuestro futuro nos viene dado. En el ámbito social, por ejemplo, tenemos que contar con las persistencias institucionales que no pueden alterarse de forma súbita. Nuestras actitudes, costumbres y mentalidades son igualmente aspectos de nuestra existencia  que varían a un ritmo inferior al de los tiempos. Son como un ancla, que si bien limitan la posibilidad de caer en el caos y verse arrastrado por el intenso oleaje, impide que la nave colectiva navegue a favor del viento y avance hacia su destino. Estamos obligados, por tanto, a tirar por la borda parte de las ideas que lastran la nave y levantar anclas con decisión y energía.
            El éxito de nuestro metafórico viaje a través del ancho mar de los tiempos va a depender de la fortaleza de la nave y la buena disposición de la tripulación. Los primeros maderamen de nuestra embarcación fueron traídos por los fenicios, a los que sumaron los que clavaron romanos, bizantinos, árabes, portugueses y españoles. Se trata de una pequeña nave, apenas un jabeque. Durante los últimos tiempos ha sufrido importantes daños. Nuestra transformación del entorno no ha respetado la singularidad y la belleza de Ceuta. Hemos consumido de manera feroz  nuestro capital natural, que constituye un tipo de suministros irremplazables y vitales para la supervivencia en la navegación  a mar abierto. Para agravar la situación, nos venimos comportando como una tripulación irresponsable que despilfarra los escasos recursos básicos (agua, energía y suelo) disponibles en la despensa.
            Ahora la nave se enfrenta a un grave problema: tiene exceso de tripulantes. No se trata, desde luego, de tirar a nadie por la borda ni hacer que algunos caminen por la tabla para dar de comer a los tiburones.  El problema de desbordamiento de la capacidad de carga de la nave ha sido causado por los últimos capitanes de la nave y por la miopía del Almirantazgo Mayor, el Estado, que ha permitido un enrolamiento excesivo en las pequeñas embarcaciones de Ceuta y Melilla. Debido a ello la tripulación se aloja en situación de hacinamiento en las reducidas literas de la nave. El malestar no deja de crecer, la crispación se palpa en el ambiente, las peleas son continuas, las armas de fuego se sacan de los cintos sin miramiento,  la holgazanería picaresca forma ahora parte sustancial del carácter de la marinería y hasta los responsables del timón se comportan como pícaros irredentos. El resultado es una nave ingobernable, en la que reina la anarquía y el desorden. Nadie asume sus responsabilidades. Todos actúan como un mero conjunto de individuos, cada uno de los cuales se empeña en su felicidad privada y particular sin preocuparle el bienestar y los intereses de sus compañeros de viaje.
            Demasiado tarde, quizás, el nuevo representante del Almirantazgo, ha impulsado una nueva política de enrolamiento. Sin embargo, las medidas adoptadas son claramente insuficientes. Han retirado la documentación a unos mil “polizones”, pero estos siguen en el interior del barco y no parecen estar dispuestos a abandonarlo. Por razones políticas no se quiere abordar una reforma profunda de las normas de enrolamiento que restringa al máximo las nuevas incorporaciones. Además, la responsable de las ayudas a la tripulación no deja de hacer propaganda de las generosas políticas sociales que ofrece la nave “Ceuta”. Así muchos no se lo piensan a la hora de embarcarse con nosotros, sobre todo cuando la vida en los puertos berberiscos cercanos es misérrima.
La incontrolada subida a bordo de nuevos tripulantes de origen berberisco no ha hecho más que empeorar el clima reinante en la nave. Sus responsables han olvidado una regla básica del buen marinaje, respecto a la conformación de la tripulación.  Ésta dice que las personas no son miembros de una tripulación por compartir la misma nave. Se convierten en buenos marineros en la medida en comparten una similar forma de vida con los otros miembros de la tripulación que han sido educados de modo similar y, por tanto, conocen las normas que regulan la vida abordo. El cumplimiento de esta regla básica en modo alguno implica que la tripulación tenga que ser monocultural. Pero si deseamos que el barco pueda ser gobernable es preciso que todos sin excepción cumplan las normas de convivencia y compartan ideas, valores y símbolos. Para que este proceso de comprensión y armonización cultural sea posible es necesario que las incorporaciones de tripulantes desconocedores de las normas que rige la vida de la nave “Ceuta” sean restringidas y graduales, para que los programas de integración resulten eficaces. Desgraciadamente, este principio básico ha sido ignorado en la conformación de la tripulación de esta embarcación transfretana. De modo que se han creado dos facciones entre los embarcados; y unos y otros se miran de reojo con desconfianza y recelo.
Ceuta, esta vieja nave, se encuentra en avanzado estado de deterioro. Su casco exterior está dañado por las continuas agresiones ambientales que le hemos causado. Presenta importantes grietas por donde se vierten toneladas de agua limpia y millones de kilovatios de energía son despilfarrados. La sentina no deja de verter aguas residuales al mar, debido al mal estado de la red de saneamiento. Y los residuos generados abordo se acumulan en la cubierta o se desparraman por las barandillas hasta caer al mar. La nave está escorada hacia estribor como consecuencia de la descompensación en el reparto de las riquezas que transporta la embarcación. La asignación económica para la nave que mandaba el Almirantazgo se ha reducido de manera ostensible y ya no hay dinero para pintar las maderas de la embarcación que disimulaban su podredumbre. Y, para agravar la delicada situación del navío, su insensato responsable, como el célebre capitán Ahab de la inmortal obra Moby Dick, lleva el buque y su tripulación a la destrucción en su satánico esfuerzo por acaparar el poder y conseguir méritos en su aspiración por alcanzar la inmortalidad.

En esta situación, las posibilidades que tiene Ceuta de sobrevivir a los continuos temporales que se divisan en el horizonte son escasas. Las previsiones meteorológicas avisan que nos enfrentamos a graves perturbaciones económicas, sociales y ambientales. El cambio climático, el pico del petróleo, la quiebra del sistema capitalista, el agotamiento de los recursos naturales, la escasez de agua, la sobrepoblación mundial, la contaminación de los ríos, los mares y de la propia atmósfera se están combinando para formar una tormenta perfecta frente a la que una pequeña y antigua embarcación, con exceso de tripulación, las despensas vacías y sin rumbo no tiene muchas posibilidades de salir airosa. Nuestra única posibilidad consiste en reparar la nave, aligerar la tripulación y reforzar la sinergia interna para lograr sortear con maestría las enormes olas que con su tos, -provocada por los daños infringidos al planeta-, está formado Demogorgon, el viejo que habita el centro de la tierra.  

domingo, 22 de diciembre de 2013

LA ESPIRAL DE LA VIDA

El ascenso al Monte del Parnaso no se puede abordar en línea recta, sino mediante una camino en forma de espiral. Una espiral constituida por cuatro tramo: hechos, recuerdos, proyectos y actos. Para quienes viven en el valle la vida se reduce un círculo concéntrico de hechos y recuerdos. Toman la senda de la Montaña aquellos que transforman sus conocimientos, experiencias y sentimientos en ideales,ideas e imágenes, y de ahí a realizaciones efectivas. El ascenso desde los círculos infernales al Purgatorio y el Cielo que emprendieron Dante y Ovidio fue en espiral. Así también la forma que adoptan las plantas en su crecimiento es en espiral. Decía Patrik Geddes que "la vida es una espiral, que trabaja durante la semana y descansa los domingos, gozando, soñando, planeando de nuevo. Aquellos cuyas mentes tienen grandes vueltas o bien muchas en sus espirales son las vidas más grandes".


miércoles, 18 de diciembre de 2013

INTELECTUALISMO VS ACTIVISMO: EL LEGADO DE RUDOLF EUCKEN Y PATRICK GEDDES

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Rudolf Eucken



Estudiando uno de los diagramas de Patrick Geddes, me fije un grupo de nombres que el sabio escocés situaba entre sus referentes para la construcción de su anhelado nuevo orden neotécnico. Este grupo está constituido por nombres conocidos, William James, Schiller y Bergson. Pero había un cuarto nombre que, tengo que confesarlo, no lo había escuchado antes: Rudolph Eucken. Me puse a buscar información sobre él y lo que encontré despertó en mí un enorme interés. Decía entre otras cosas en los sitios donde localice datos sobre Eucken que había denunciado durante toda su carrera el excesivo “intelectualismo” en el que caen muchos pensadores. Como alternativa el proponía un “activismo” que, como luego llevó a su pensamiento Geddes, uniera de manera indisociable pensamiento y acción. De igual modo, el otro pilar de su pensamiento era la denuncia del paulatino abandono de la dimensión espiritual del ser humano. Se trata de dos ideas que me rondan por la cabeza desde hace tiempo. A veces pienso que dedicamos demasiado tiempo a  la lectura y poco a convertir estas ideas en acciones que contribuyen a la transformación de la sociedad y del propio ser humano. Está muy bien, y es prioritario, que nos ocupemos de nuestro crecimiento personal, pero no podemos renunciar al bienestar común, sobre todo al de las personas que forman parte de nuestro entorno inmediato (familia, vecindario, ciudad…).  Hay que remangarse y echarse al barro para combatir las injusticias, las desigualdades,  la manipulación de las voluntades, la deshumanización, la despersonalización  y la automatización. Esto fue lo que hicieron Rudolph Eucken y Patrick Geddes.

 Vivendo discimus era el lema de Patrick Geddes (1854-1932): "aprendemos viviendo". O como dijo en posteriores ocasiones "sólo pensando las cosas a medida que se las vive, y viviendo las cosas a medida que se las piensa, puede decirse de un hombre y de una sociedad que piensan o viven de verdad". Siguiendo esta idea, en su obra más conocida titulada "Ciudades en evolución", insta a todos los ciudadanos a participar en la vida y actividades de la comunidad si queremos que nuestra apreciación sea activa, dejando de este modo algo de lo mejor que hay en nosotros en la ciudad; más rica y no más pobre debido a nuestra presencia. Por eso insistió en la necesidad de fomentar la observación y extenderla, de conocer nuestras regiones y ciudades en detalle, y de hacernos más competentes prácticamente para participar en el despertar y el desarrollo de nuestra ciudad natal, en vez de limitarnos a delegar en otros nuestras responsabilidades mediante la maquinaria electoral política o municipal.

Patrick Geddes

            El optimista lema de Patrick Geddes, "videndo discimus", fue puesto en práctica por él mismo y su esposa con sacrificios. A los distritos de casas de vecindad apiladas en Edimburgo llevaron jardines; a las calles llenas de plagas de las ciudades indias llevó limpieza; a los estudiantes los envió a la ciudad y al campo a ver con sus propios ojos las realidades de la naturaleza. Podría decirse que era una persona comprometida por lo que se dedicó a la ciudadanía, aún a costa de retardar su propia carrera como hombre de ciencia. Geddes estaba demasiado preocupado por lo que sucedía fuera de su laboratorio y de su estudio para contentarse con un éxito personal hecho posible por la indiferencia cívica. Este mismo compromiso reclamó a los especialistas de otras disciplinas científicas animándoles a elevarse hacia opiniones, objetivos y planes comunes, como ciudadanos que conservaran y estimularan la vida en su propia comunidad y su propia región, cooperando con otros ciudadanos en todo el mundo.


Leyendo a Eucken uno entiende que Geddes lo situará entre sus pensadores de referencia. Por fortuna recordé que en casa de mis padres guardamos una colección  completa de los Premios Nobel de Literatura, galardón que obtuvo Eucken en 1908.  Así que me puse a buscar y tuve la fortuna de dar con el volumen que contiene su obra “Los grandes pensadores”. Nada más empezar la lectura encuentro un párrafo que me hace estremecer por su agudeza y lucidez. Dice así: “….La vida pende en último término del ser. Si todo sentido y facultad se retienen fuera y se rechaza cada vez más el cuidado de la vida interior del estado del alma, ésta debe sufrir por ello; el hombre se vuelve pobre y vacío en medio de todos los éxitos y degenera en un simple medio e instrumento de un proceso de cultura impersonal que la utiliza y rechaza según sus necesidades, que con corriente demoníaca se precipita por encima de la vida y la muerte de los individuos y de las generaciones, sin sentido y razón en sí mismo, sin amor ni cuidado por los hombres”. Es increíble que esto fuera escrito a principios del siglo pasado. A la vista está que sus negros presagios se han cumplido punto por punto. La enfermedad espiritual no ha dejado de agravarse, pero el tratamiento que proponía Eucken sigue siendo tan efectivo como antes. No es otro que el cuidado de nuestra vida interior. 

viernes, 8 de noviembre de 2013

EL SENTIDO DE LA VIDA

Ceuta, 8 de noviembre de 2013.


Hoy he retomado mis paseos matutinos por el campo. Salí esta mañana, de nuevo, con el propósito de visitar el fuerte del Sarchal, o cárcel de mujeres, como se le conoce popularmente en Ceuta a esta antigua fortificación del siglo XVIII. Cuando ya estaba llegando, volví mi mirada hacia el Estrecho, comprobando que el día se encontraba despejado y claro. La costa meridional de la Península se veía con gran nitidez. Pensé entonces, ¿Voy a desaprovechar la oportunidad de disfrutar de este maravilloso espectáculo de la naturaleza? Y me puse a subir la empinada cuesta que lleva a la puerta de Ceuta de la fortaleza del Hacho. Tengo que confesar que llegué un tanto exhausto. Han sido demasiados días de inactividad y las piernas me pensaban como si fueran de hierro. Pero lo conseguí. Alcancé la cima y, tras unos pocos segundos para tomar algunas imágenes panorámicas y recuperar el aliento, me adentré por el camino que rodea al conjunto amurallado. Esta vez sí que he podido completar el recorrido que une la Tenaza y su Pastel con el Baluarte de Málaga. Una vez allí tenía dos opciones: bajar hacia el Desnarigado o completar la vuelta hasta el punto de inicio, la puerta de Ceuta. Y no me lo he pensado. Con decisión me dirigí hasta el control de seguridad y me dejaron seguir sin problemas.


            Al volver la esquina del Baluarte de Fuente Cubierta, me fijé en un saliente rocoso que cumplía todos los requisitos para servir de punto de parada, donde descansar, beber un poco de agua y sentarme para escribir mi crónica campestre. Sin un motivo aparente y tener plenamente conciencia de lo que estaba haciendo, he cruzado mis piernas, erguido mi espalda, he colocado las manos en posición de meditación y cerrado los ojos. Mi mente, durante unos segundos, se ha quedado completamente en blanco. Al momento he empezado a escuchar de manera nítida los sonidos de la naturaleza y el canto de los pájaros que provenían de distintos lugares,  a sentir el aire y el calor del sol en mi cuerpo. Acto seguido me he localizado en el espacio. Primero en el Monte, en Ceuta, luego en África, a continuación en el planeta tierra y, por último, en el cosmos. Me sentía como un pequeño punto de energía en la inmensidad del universo. Al notar al sol acariciando mi rostro y calentando mi cuerpo, he apreciado el extraordinario don de la estrella sobre la que giramos. Con razón nuestros antepasados lo adoraban con tanto entusiasmo y agradecimiento. Entendieron y tuvieron siempre presente que el sol y la vida están unidos de una forma indisociable. ¡Qué milagro es el sol! ¡En la profunda oscuridad del universo nuestro planeta siempre tiene una cara iluminada! La noche es un recordatorio de la vida. Una pausa que nos ofrece el tiempo para valorar el asombroso regalo del sol, la luz y la vida. Recordé en ese instante un pasaje de la obra “Isla del Atlántico” de Waldo Frank: “la vida es bella, porque Dios la renueva todas las mañanas; infiltra su aliento en cada uno de nosotros todos los días”. Ese aliento vital sentía que entraba a mi cuerpo con cada inspiración que hacía en ese estado de profunda conexión orgánica con el cosmos: un momento de revelación y completa eclosión de mi ego cósmico. Mi sentido de la totalidad era pleno y cuando abrí los ojos experimenté una agradable sensación de tranquilidad, de amor y de agradecimiento por la vida.


Al girar mi cabeza, mis ojos, -aún acostumbrándose a la luz-, se detuvieron en los viejos muros de la fortaleza del Hacho. Fue entonces cuando aprehendí el sentido del tiempo. Aquellas vetustas piedras eran el símbolo de un pasado que nos deja nunca y de un futuro que está a las puertas. Somos tan sólo un eslabón en la inmensa cadena de la vida y de la humanidad. A lo más que podemos aspirar es a dejar una breve anotación en los margenes del libro de la vida, como aquellos antiguos habitantes de Ceuta que dejaron sus grafitos sobre la puerta de la ciudadela. Nosotros también predestinados a escribir un mensaje que les sirva de guía a quienes proseguirán atravesando la permanente abierta puerta del futuro.





            Debido al frenético ritmo que nos impone de manera absurda la sociedad no tomamos conciencia de la oportunidad única que tenemos los seres humanos de gozar de un vida consciente. Entender esta idea es entender el sentido de la vida. Vivir instantes como el que he tenido la suerte de experimentar esta mañana es incrementar la sensación de haber vivido la vida. Si la vida tiene sentido, como dice Waldo Frank, “en la mayoría de las vidas, sólo está latente. Mi destino es vivir el sentido de la vida”. Y pienso cumplir mi destino.

            ¡Boom! Un enorme estruendo que resulta ser el cañonazo de las doce me saca de mi profunda meditación. Al fondo las campanas de la Catedral anuncian el mediodía. Es hora de regresar. Aún me queda un buen trecho antes de llegar a casa.



jueves, 7 de noviembre de 2013

“LA CAÍDA” DE CAMUS, LA AUTOCRÍTICA Y EL ARREPENTIMIENTO




Guardo con mucho cariño este ejemplar de "La Caída" de Albert Camus, editado por la la editorial "Zarco" de México, en 1956. Al abrir el libro me ha llegado ese olor "a antiguo" que me encanta, -como antítesis del nuevo spot de Vodafone que vende olores "a nuevo". Más allá del valor sentimental que para mí tiene este ejemplar de "La Caída" de Camus, considero esta obra la materialización literaria de una de las principales virtudes de occidente: la capacidad de autocrítica. Ninguna otra civilización ha dado tantas muestras de autocuestionamiento, crítica vigilante y permanente autoexamen, tal y como nos han recordado recientemente autores como Javier Gomá Lanzón y Mario Vargas Llosa. Este espíritu crítico nos ha permitido avanzar y desembarazarnos de algunos mitos que impedían el libre despliegue de la razón. La autocrítica es más que nada un ejercicio individual que nos permite avanzar en nuestro desarrollo personal y vencer el ensimismamiento y la autocomplacencia. También nos permite juzgar a los demás para ayudarle a avanzar en su propio crecimiento individual. A esta tarea se dedicaba Juan Bautista Clamence, el protagonista de "La caída". "Ejerzo, pues, mi útil profesión. Consiste primero, y Ud. ya ha tenido esa experiencia, en practicar la confesión pública lo más frecuentemente que sea posible. Me acuso de todo y por todo...Cuando el retrato ha terminado, como hoy, lo muestro lleno de consuelo. "¡He aquí, desgraciadamente lo que soy!!. El requisitorio ha terminado pero al mismo tiempo el retrato que extiendo a mis contemporáneos se ha vuelto un espejo".

"...Mientras más me acuso, más derecho tengo a juzgarlos. Aún mejor, hago que se juzguen a sí mismos, lo que me alivia en proporción. Somos, mi querido amigo, extrañas y miserables criaturas que por poco que busquemos en nuestra vida no nos faltarán ocasiones de asombrarnos y de escandalizarnos a nosotros mismos".  



 "La Caída"  de Albert Camus tendría que ser de obligada lectura para todos, en especial para los que ejercen cargos públicos. Nadie parece estar dispuesto a ejercer la autocrítica, a reflexionar sobre la manera en que cada uno de nosotros, por acción u omisión, hemos contribuido a que se produzca la crisis que estamos padeciendo desde hace un lustro. En cierto que los políticos han gestionado mal los intereses colectivos, pero ¿Qué hemos hecho los ciudadanos para evitarlo? ¿Cuantos de nosotros ha ejercido  la autocrítica y la crítica vigilante respecto a lo que el complejo del poder hacía con nuestros bienes colectivos? ¿Cuantos, como se preguntaba Albert Camus, en "El hombre rebelde", han practicado una "rebeldía vigilante"? ¿Cuantos, decía Camus, sin pretender resolverlo todo, al menos han dado la cara?

Lewis Mumford, en “La conducta de la vida”, reivindicaba una herramienta ética diseñada y puesta en práctica por el cristianismo, la asunción de la culpa y el posterior arrepentimiento. La verdad, sin embargo, comentaba Mumford, "es que la gente en nuestra cultura tienen una morbosa tendencia para evitar la culpa, porque no quiere tomarse la molestia de cambiar su conducta de ninguna manera: la evitación de la culpa y transferencia de la culpa son, por lo tanto, endémicas entre nosotros. Estos son sustitutos para el arrepentimiento y la renovación".




"En fin, la manera de neutralizar las malas inclinaciones no es negar la objetiva existencia objetiva del mal o evitar odiar lo que es odioso y culpando a lo que es culpable, sino aceptar el hecho de que tenemos en nuestra propia conducta las mismas tendencias que nos disgustan y vemos tan claramente en aquellos que se oponen a nosotros; y sin disminuir nuestra legitima responsabilidad de corregir los actos de otros personas que necesitan corrección, debemos pedir a nuestros compañeros, a su vez, que nos ayuden corrigiéndonos”. El orgullo, tan propio de la idiosincrasia española, es un grave obstáculo que nos impide asumir nuestros errores y, mucho menos, admitir que alguien no enfrente a ellos.  Así va a ser muy difícil superar esta crisis de profundas raíces éticas y morales. Igual leyendo “La Caída” encontremos la inspiración para superar este complejo que nos impide crecer y avanzar de manera individual y colectiva. 

domingo, 3 de noviembre de 2013

EUPSIQUIA O ARTE DE LA VIDA BUENA


Este es va a ser el título de un trabajo que voy a emprender. La idea ha surgido de una forma un tanto curiosa, una combinación de casualidades con protagonistas del presente y del pasado. Del presente tengo que referirme al filósofo Javier Gomá Lanzón. Hace escasas semanas, Gomá impartió una magistral conferencia titulada "El problema de la democracia sin ideal". Al publicar el enlace al video de la ponencia, le comenté mi opinión sobre lo que había oído y, entre otros temas que trató, se refirió al concepto de utopía. Dio la casualidad que acababa de leer el libro "Historia de las Utopías" (1922) de Lewis Mumford y le contesté a sus razonadas reservas en cuanto a las utopías. Vine a decirle que es cierto que la mayoría de los utopías son propuestas cerradas, estáticas e incluso, como el caso de la República de Platón, contienen elementos de corte fascistas, tal y como supieron ver autores como Bertrand Russell y R.H. Crossman, pero tienen la innegable ventaja de considerar a la sociedad como un todo y han considerado la interacción entre lugar, trabajo y gente. Las utopías han contribuido al desarrollo de una forma sintética de pensamiento que tiene en cuenta la estrecha y permanente retroalimentación entre Lugar, Trabajo y Gente, o dicho en términos ecológicos, entre Medio Ambiente, Función y Organismo. Por este motivo concluía que el concepto de "eutopía" (buen lugar) es más integrador que el de "ideal" al contener no sólo a la persona, sino también al lugar y al trabajo.



Después de redactar mi respuesta a Javier Gomá, seguí dándole vueltas a la cabeza.  Tenía la sensación de que faltaba algo en mi argumentación. En ese instante sentí el impulso de revisar el libro de Patrick Geddes “Ciudades en evolución” y visionar de nuevo alguno de sus curiosos diagramas.. Recordé que había encontrado uno bastante interesante por internet y me puse a buscarlo. Es el que reproduzco junto a este comentario. Descubrí gracias a este diagrama que eutopía describe tan sólo un aspecto de una realidad superior, en la que también participaban una eupolítica, una eubiótica y una eutécnica. Pensé que debía haber un término que engloba a estos aspectos de la existencia ideal, de una “vida buena”. Busqué por internet cual era el término con el que se denominaba a la vida en época griega: psique. Por tanto, una vida buena sería una eupsiquía. Volví a mirar el diagrama y me dí cuenta que en el margen izquierda aparecía una palabra: “Poetry eupsychics”, “poesía eupsiquíca”. Geddes y yo habíamos llegado al mismo concepto, cada uno por su lado y con varias decenas de años de diferencia. Acto seguido me puse a buscar en google alguna referencia a la eupsiquía, y mira por donde he descubierto que este concepto se le atribuye como creador a Abraham Maslow para referirse a las sociedades ideales y orientadas a la vida. 

Patrick Geddes (1886).jpg

Es muy curioso que personas distintas, por rutas separadas en el tiempo y en el espacio, lleguen al mismo puerto. Considero que lo interesante de la eupsiquía es que une el pensamiento y el acción, los ideales con su realización, la relación continua entre lo interno y lo externo..Marca una meta, un propósito, un fin que perseguir, una manera de llevar a la práctica el resultado de las reflexiones teóricas.

Considero a este diagrama de Patrick un mapa fundamental para la transformación del ser humano y de la sociedad. Mi propósito es descifrar este mapa y llegar a encontrar el tesoro intelectual que hace muchas décadas Patrick Geddes escondió y cuyo mapa, por un misterio inexplicable, ha llegado hasta mis manos. No puedo defraudarlo. 


sábado, 2 de noviembre de 2013

DEL PODER A LA PLENITUD


Todos aquellos que aún mantienen su conciencia activa, de manera parcial o total, se preguntan que pueden hacer para superar la profunda crisis multidimensional (ecológica, política, económica, cultural, ética y moral) en la que estamos inmersos. Mi conclusión es similar la expuesta por Lewis Mumford en muchos de sus libros. "La movilización de masas lo único que consigue es respaldar al sistema que combaten. Los cambios que han sido efectivos son aquellos emprendidos por pequeños grupos que arañan las máquinas de la estructura del poder interrumpiendo el orden y desafiando las normas. Un ataque de este tipo no espera tomar la ciudadela de la autoridad (como simbólicamente pretendido el movimiento "Toma el Congreso"), sino a alejarse de ella y paralizarla sigilosamente. En cuanto se extienda estas iniciativas el poder y la autoridad volverán a la fuente adecuada: la personalidad humana y la comunidad basada en la cercanía y las relaciones cara a cara". 

En el plano más personal e íntimo, todos tenemos una misión que cumplir: "no soportar más excesos del sistema de poder, sino desprenderse de él y cultivar nuestros recursos subjetivos como nunca se había hecho antes". Sobre nuestros hombros recae la responsabilidad individual de activar nuestra conciencia, de pensar, sentir, reflexionar, dedicar tiempo a la contemplación y al escrutinio de si mismo, y al cultivo de las necesidades superiores del hombre: conocimiento, belleza o amor. Es necesario un giro radical en los valores éticos. Los valores del Mundo Nuevo serán la inquietud intelectual, la ambición espiritual, la lucidez e independencia, la capacidad para la acción, junto a los valores clásicos del ser humano equilibrado (valor, sabiduría, templanza y justicia) que den lugar a personas equilibradas, totales, plenas, creativas y autónomas. 

Todos estos cambios, esta transición hacia el Mundo Nuevo, requiere tiempo y un cambio interno lento y consciente. En esta transformación todos tenemos un papel que desempeñar "a la hora de desenmarañarse del sistema de poder". El primer paso es afirmar la primacía de la persona "en actos silenciosos de deserción física o mental, en gestos de inconformismo, en abstenciones, restricciones e inhibiciones que nos liberen del dominio del pentágono del poder". Un gesto muy sencillo y al alcance de todos es hacer un uso selectivo de los medios del sistema del poder, tal y como hacemos mucho aprovechando esta red social al servicio del sistema para difundir mensajes que erosionen sus mecanismos internos. Tenemos otros herramientas a nuestros alcance para atacar a la megamáquina: la perdida constante del interés por lo que ofrece, la desaceleración del ritmo que nos impone, el frenazo en seco de las rutinas sin sentido y de los actos absurdos. Tal y como proponía Mumford la clave del cambio del sistema del poder al plenitud consiste en sustituir los rituales impuestos por la autodisciplina interna; la despersonalización por la individuación; la automatización por la autonomía.


lunes, 28 de octubre de 2013

EL OJO QUE TODO LO VE



No deja de sorprenderme la lucidez y clarividencia de Lewis Mumford. En uno de sus últimos libros, “El Pentágono del Poder”, -escrito en 1970, cuando Mumford había cumplido setenta y cinco años-, introdujo un capítulo premonitorio de lo que está sucediendo en nuestros días. Se titula “El ojo que todo lo ve” y dice así: “En la teología egipcia, el órgano más singular del dios Sol, Ra, era el ojo: porque el Ojo de Ra tenía una existencia independiente y desempeña un papel rector en todas las actividades cósmicas y humanas. El ordenador hace las veces de ojo del dios Sol restaurado, es decir, del ojo de la megamáquina, que sirve de “ojo privado” o detective, así como de omnipotente ojo ejecutivo, el que impone una sumisión absoluta a sus órdenes, porque ningún secreto puede ocultársele, ni ninguna desobediencia puede salir impune”.

Cuando todavía Internet no era ni siquiera un proyecto, comentó “Teóricamente en la actualidad, y en la práctica dentro de muy poco tiempo, Dios –o sea, el Ordenador- podrá encontrar, alcanzar y dirigirse al instante, mediante la voz y la imagen, a través de sus sacerdotes, a cualquier individuo del planeta: ejercerá un control sobre todos los detalles de la vida diaria del súbdito, manteniendo un fichero que incluya el lugar y fecha de su nacimiento; su historial de estudios al completo; un resumen de sus enfermedades y trastornos mentales, en caso de que se hayan tratado; su nómina, sus préstamos y sus facturas del seguro; sus impuestos y sus rentas; y, por último, la disponibilidad de los órganos que puedan extraérsele quirúrgicamente justo antes del momento de su defunción”.

¿A qué nos conducirá todo esto? Mumford lo tenía claro: “Al final, ninguna acción, ninguna conversación y, posiblemente, con el tiempo ningún sueño escaparía al ojo insomne e implacable de esta deidad: todas las expresiones de la vida serían procesadas en el ordenador y puestas a disposición de su ubicuo sistema de control. Ello significaría no solo una invasión de la privacidad, sino la destrucción total de la autonomía: la disolución de hecho del alma humana”.


El complejo sistema de espionaje masivo organizado por varios países occidentales (EE.UU, Canadá, Reino Unido, Australia y Nueva Zelanda) ha sido bautizado con el nombre de “Los Cinco Ojos”. Realmente es un solo ojo, el del dios cibernético que ha ocupado el cerebro de la megamáquina. “¿Quién, como se preguntaba Mumford, osa burlarse de potencias de tal magnitud? ¿Quién puede escapar de la supervisión implacable e incansable de este sumo dirigente? ¿Qué escondite tan remoto puede ofrecer refugio al disidente?”.

miércoles, 16 de octubre de 2013

LA ESTACA

Basada en hechos reales

Contaba mi abuelo Diego una historia que sucedió en Ceuta a principios del pasado siglo XX. Era la víspera del Día de los Difuntos y un grupo de jóvenes ociosos pactaron una prueba de valentía. La hazaña consistía en acudir esa misma noche al cementerio de Santa Catalina y clavar una estaca entre las tumbas. Ganaría la apuesta quien más lejos se atreviera a adentrarse en el camposanto.
            Era una noche  oscura, húmeda, fría y ventosa. El viento de levante azotaba con inusitada fuerza los árboles que circundaban el cementerio. Una densa niebla cubría el lugar y la luz de la luna no llegaba a iluminar el camino. Cada uno de los chicos portaba una rudimentaria linterna que cubrían con su pesado gabán para que no se apagara. Así llegaron hasta la verja del cementerio. Una risa nerviosa se dibujaba en la cara de los imberbes zagales que partieron de la barriada de Villajovita. Nadie se atrevía a ser el primero.
Uno de ellos, el más lanzado del grupo, cogió su estaca y se dirigió con decisión al interior de la necrópolis. No miró hacia atrás. Apenas podía ver. Su linterna comenzó a fallar y dándole pequeños golpes consiguió que el haz de luz señalara una tumba recién excavada. La tierra aún resbalaba por los laterales del montículo mortuorio y  el olor de la corona de flores se introdujo por su sensible nariz. Pensó: “este es el sitio ideal. Como prueba de mi logro me llevaré un trozo del lazo de la corona”. Golpeó con fuerza en la punta de la estaca que se hundió con una sola sacudida. Se levantó con rapidez para tomar el camino de vuelta. Al hacerlo sintió un fuerte tirón del abrigo. Tuvo la impresión de que alguien le tiraba del extremo de su gabán. Tiró y tiró, pero no pudo zafarse del poder que lo mantenía junto a la tumba.

El resto de los amigos colocaron sus estacas en las proximidades de la entrada a la ciudad de los muertos y salieron corriendo despavoridos en dirección al centro de Ceuta. Ni siquiera se juntaron para decidir quién había sido el ganador de la apuesta. A la mañana siguiente, Día de la Mochila, los ceutíes fueron con sus talegas al cementerio para honrar a sus fallecidos y disfrutar de un día en el campo. La primera en llegar fue una anciana que acababa de perder a su marido. Un desgarrador grito atrajo la atención de las personas que llegaban al cementerio. Cuando se acercaron al lugar del que procedía el aullido humano vieron tendido a un joven con un gabán negro con un lazo en la mano que ponía “Descanse en paz” y una estaca clavada en el falso de su destartalado gabán negro. El rostro era la misma cara del terror. Los médicos, cuando le practicaron la autopsia, determinaron que había fallecido de un ataque al corazón.       

martes, 15 de octubre de 2013

RECUERDOS DE MI ABUELO

A pesar de los años transcurridos desde  la muerte de mi abuelo, aún mantengo viva su memoria. Cuando pienso en él, lo recuerdo sentando en su sillón, junto a la ventana, con un libro en la mano, su perro a los pies y la música clásica de fondo. Nunca fue a la Universidad. Siendo niño, dada su afición al estudio y la lectura, empezó a trabajar de contable en un comercio de Huelva. Tan pequeño era que siempre nos contaba como anécdota que, para alcanzar al escritorio, le ponían un cojín en la silla.
  
          Mi abuelo nació en Valverde del Camino (Huelva). No tuvo una infancia fácil, como la mayoría de los niños de su época. Un día  del año 36 a su tío Manuel vinieron a buscarlo a la casa y no regreso jamás. Apareció en una cuneta con un tiro en la cabeza, junto a otros jóvenes del pueblo.  A él le obligaron alistarse y lo mandaron a Tetuán, en agosto del año 1936. Al hacerle la ficha de alistamiento declaró que tenía conocimientos de contabilidad. Le hicieron una prueba que pasó satisfactoriamente y a los pocos días le destinaron a Ceuta, concretamente al Grupo de Regulares nº 3. Poco tiempo después, es destinado a la Plana Mayor como escribiente, hasta el 16 de julio de 1937 que es nombrado Alférez Provisional Honorífico Auxiliar de Contabilidad. Ocupó este puesto hasta principios de 1940, fecha en la que cae enfermo y tras su recuperación es licenciado de la vida militar. Nada más abandonar el ejército consigue trabajo como administrativo en la empresa Atlas S.A., dedicada a la distribución y venta de combustibles y lubrificantes. En esta empresa estuvo trabajando hasta su jubilación, retirándose como director y apoderado.


            Como comentaba al principio, a mi abuelo José María Rivera Alcaria le encantaba leer. Contaba con una pequeña, pero selecta biblioteca. Fue siempre una persona muy ahorrativa. La mayoría de sus libros eran de la económica colección Austral de la editorial Espasa-Calpe. Era también una persona ordenada. Contaba con un libro de notas donde tenía apuntados todos los libros que tenía y su posición en la estantería. Este libro me fue de gran ayuda cuando se despertó en mí la afición por la lectura. Algunas tardes visitaba a mi abuelo en su casa. El se tomaba su manzanilla y una torta de “Inés Rosales” y yo un cola-cao. Mi abuelo volvía a su sillón y yo me entretenía curioseando en la biblioteca. Siempre me decía: “mira lo que quieras, pero no me desordenes la estantería”.  Vale, abuelo, contestaba. Cuando encontraba alguno que me interesaba, le preguntaba: ¿Me lo prestas, abuelo? “Claro, hijo. Para eso están, para leerlos”.  Algunos de estos no regresaron a la casa de mis abuelos. Y mi abuelo nunca me los reclamó.  



Uno de los libros que aún conservo de mi abuelo era de uno de sus autores preferidos, el filósofo Julián Marías. La obra se titula  “El Oficio del Pensamiento” y constituye una recopilación de artículos dedicados a analizar la función del pensamiento. El artículo que da nombre al libro lo leído infinidad de ocasiones.  El otro volví a hacerlo, pero antes de cerrarlo y devolverlo a la librería, me dí una vuelta por sus páginas. Me detuve en un artículo denominado “Ataraxía y alcionismo”. Al hablar del alcionismo, -término que procede del mito del Alción-, comentaba Julián Marías una idea con la que coincido plenamente. Decía Marías que “el estado de incertidumbre y desorientación, “el no saber a qué atenerse” conduce con frecuencia, cuando el hombre se abandona a él, a la angustia. Cuando lo quiere evitar sin superarlo, cuando pretende obrar si supiera sin saber, sobre todo sin esforzarse por saber, cae en el fanatismo. El fanático se echa tierra en los ojos y trata de anular su confusión intelectual con una confusión emocional. Es el calamar que, para no ver que el agua está turbia, descarga su tinta. Angustia y fanatismo son dos de las dolencias capitales de nuestro tiempo”. Esto lo escribió Julián Marías en el año 1956, cuando todavía el terrorismo fanático no se había extendido por el mundo.


Poco a poco mi abuelo fue perdiendo la vista y tuvo que dejar de leer. Los últimos años de su vida fueron de un continuo lamento por la imposibilidad de ejercer el noble arte de la lectura. Su salud mental también se deterioró. Una imparable demencia senil fue borrando sus recuerdos y el sentido de las palabras que se acumularon en su mente durante toda una vida con un libro en la mano. Que yo sepa, nunca escribió. Tampoco hizo nunca alarde de su elevada cultura y de sus conocimientos. No hacía falta. Su porte, su mirada inteligente, la elegancia de su andar, su disciplina, su siempre impecable vestimenta, su cuidado aspecto, eran signos claros de su riqueza interior y el efecto tangible de su esmera formación autodidacta.

El verano antes de morir, fuimos a visitarlo al chalet que mis abuelos tenían cerca de Estepona. Por la tarde nos sentamos los dos solos en el porche. Ese día estaba especialmente lúcido dentro de su avanzada dolencia neurológica. Me preguntó por los estudios, ya que ese mismo año me había examinado de selectividad y estaba próximo a entrar en la universidad. Antes de que me diera tiempo a contestarle, calvo su mirada en mis ojos y me dijo: “José Manuel, espero que mantengas viva tu inquietud intelectual. Sigue leyendo. No lo dejes nunca. Confío mucho en ti”. Aún me emociono cuando recuerdo las palabras de mi querido y amado abuelo. Dicen algunos de mis familiares que cada día que pasa me parezco más a mi abuelo, tanto en lo físico como en lo personal. Esto me llena de satisfacción y alegría. Mientras que yo viva, mi abuelo vivirá, pues las personas no mueren mientras mantengamos vivo su recuerdo.


Mi abuelo confío en mí la antorcha del amor a la sabiduría y ahora me corresponde a mí trasmitirla a mis hijos. Todos los días tenemos que leerle a mi hijo Alejandro varios capítulos de alguno de los libros de su colección de Gerónimo Stilton. Hoy, mientras su madre le leía, he sentido muy presente el  recuerdo de mi abuelo Pepe. Descuida abuelo, la antorcha sigue encendida y su fuego arde con fuerza, agitada por la brisa de tu imborrable recuerdo.    


SOY UN IDEALISTA



En una de mis aventuras en la búsqueda de tesoros literarios, me adentré en un almacén de libros antiguos y de ocasión. Recorrí con una inusitada emoción los estrechos pasillos colmados de libros hasta el techo. Al final de uno de ellos, visioné una desvencijada estantería con una vieja pegatina, medio despegada, en la que figuraba la palabra “Filosofía”.  Sabía que me encontraba cerca de mi objetivo. La pista no dejaba lugar a dudas. Busqué y busqué, y al final hallé. Un pequeño libro llamó mi atención. En su lomo aparecía el nombre del autor: “José Ingenieros”; y el título “El hombre mediocre”.  Supo enseguida que era el tesoro que ansiaba.  Para confirmarlo abrir las páginas y me puse a leer: “Cuando pones la proa visionaria hacia una estrella, afanoso de perfección y rebelde a la mediocridad, llevas en ti el resorte misterio de una Ideal. Es ascua sagrada, capaz de templarte para grandes acciones. Custódiala; si la dejas apagar no se reenciende jamás. Y si ella muere en ti, quedas inerte: fría bazofia humana”.

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Seguí leyendo,  a pesar de la escasa luz y el polvo que infectaba mi sensible nariz y garganta, y mi espíritu se estremeció a leer una descripción de un sentimiento que me atenazaba: “…Todos no se extasían como tú, ante un crepúsculo, no sueñan frente a una aurora o cimbran ante una tempestad; ni gustan de pasear con Dante, reír con Moliere, temblar con Shakespeare, crujir con Wagner, ni enmudecen ante el David, la Cena o el Partenón. Los seres de tu estirpe, cuya imaginación se puebla de ideales y cuyo sentimiento polariza hacia ellos la personalidad entera, forman raza aparte en la humanidad: son idealistas”.

Por tanto, soy un idealista. Siempre lo he sido y ahora lo descubro gracias a este tesoro proveniente del otro lado del Atlántico. Pero, ¿Para qué valemos los idealistas? ¿No nos enseñan que debemos ser realistas? ¿Qué nuestros pies deben tocar siempre la tierra? ¿Cuál es nuestro propósito? 

- Calma,  José Manuel.  Sigue leyendo. Date cuenta, dice José Ingenieros, que sin nosotros “sería inexplicable la evolución humana. Los hubo y los habrá siempre. La imaginación los enciende en continuo contraste con la experiencia. Los hechos son puntos de partida; los ideales son faros luminosos que de trecho en trecho alumbran la ruta. La historia es una infinita inquietud de perfecciones, que grandes hombres presienten o simbolizan. Frente a ellos, en cada momento de la peregrinación humana, la mediocridad se revela por una incapacidad de ideales”.   ¿Lo entiendes ahora?.

-        -  Sí, ya sé porqué titulaste a tu libro “El hombre mediocre”. El hombre mediocre es un ser sin ideales, conformista e indiferente.

-          - Veo que has captado el mensaje.  Sé también que harás buen uso del tesoro que tienes en tus manos. Me vuelvo al reino de los idealistas con la confianza en que sabrás transmitir nuestro mensaje: “No te resignes. Lucha. Supérate. Trasciende. Los ideales son visiones que se anticipan al perfeccionamiento de la realidad”.

-        -   Gracias, gracias por tu ayuda. Mis amigos y amigas idealistas te agradecen tus visionarias palabras.

-         -  No hay de qué. Las  escribí pensando en vosotros.   Hasta siempre….

jueves, 10 de octubre de 2013

JUICIO Y CONDENA A LA HUMANIDAD


Durante los últimos tres siglos, según Mumford, “se ha impuesto la idea de que el confort, la seguridad y la comodidad física son los principales beneficios de la civilización, y que todos los otros intereses humanos, -la religión, el arte, la amistad, la familia, el amor, la aventura-, deben estar subordinados a la producción de una incrementada cantidad de “conforts” y “lujos”. Creyendo esto, los utilitaristas han sustituido unas elementales condiciones de existencia en un fin. Avaricia de poder, riqueza y bienes, ellos  han invocado para su ayuda a los recursos de la ciencia moderna y la tecnología. Como resultado, estamos orientados a las “cosas”, y tenemos todo tipo de posesiones, excepto la autoposesión.

Lewis Mumford

            “Hoy en día sólo una afortunada minoría de personas espiritualmente saludables, juntos con un puñado de “pobres de poco mérito” (usando el epíteto de Doolittle en “Pygmalion”) son quienes tiene una noción de los verdaderos usos del ocio y no se aburren o asustan ante la mera posibilidad de su realización. Poniendo los negocios antes de cualquier otra manifestación  de la vida, nuestra civilización mecánica y financiera ha olvidado el principal negocio de la vida: el crecimiento, la reproducción, el desarrollo. Dedica infinita atención a la incubadora-¡Y olvida el huevo!


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            Por tanto, el fin de toda actividad  práctica es cultura personal: una mente madura, un fuerte carácter, un incrementado sentido de maestría y completitud, una superior integración de todas las capacidades personales en una personalidad social; una más amplia capacidad para los intereses intelectuales y el disfrute emocional, para más complejos y sutiles estados y autoestimulación de la mente. Las personalidades estancadas miran hacia atrás con nostalgia a algunos temporales logros en la juventud. Mientras que las personalidades desarrolladas aceptan, sin impaciencia o nostalgia, los próximos pasos en su crecimiento; por el hecho de ser personas maduras, no tienen dificultad en volver a hacer cosas de niños”.


            Todo nuestro mundo exterior está diseñado y tiene como objetivo dotarnos del máximo confort, lujo y comodidades posibles. Un confortable sillón, una gran pantalla de televisión, un potente ordenador con acceso a Internet, un móvil de última generación, el aire climatizado y todo tipo de electrodomésticos, aparecen en el sueño de la mayor parte de la gente. ¿Qué hay de malo en ello? El problema estriba en que en tales condiciones es fácil que florezca la pereza y la abulia. Como nos recuerda Mumford, “crecimiento y cultura implican actividad prolongada y periodos de ocio suficientes para absorber los resultados de esta actividad, usándolo para enriquecer el arte, las costumbres y la personalidad. Los atenienses estaban bastante acertados en su creencia de que tales cosas no pueden ser alcanzadas por alguien que se viese obligado el día entero en algo espiritualmente relajante o  en una tarea físicamente extenuante en la tienda o en la oficina”.   


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          Henri Janne, en la obra colectiva “La civilización del ocio” sentenciaba que “la manera de utilizar el ocio es primordial para formar juicio del valor de un individuo”. Aplicando esta regla de valoración personal, ¿Cuál es la sentencia que cabe aplicar al ser humano actual? Antes de emitir una sentencia, examinemos los hechos con imparcialidad. ¿A qué dedica su tiempo de ocio el hombre y mujer de nuestros días? Para responder a esta pregunta uno puede consultar las encuestas sobre hábitos de ocio y tiempo libre que publican distintos organismos públicos. El resultado  de una de estas encuestas puso en evidencia que los españoles dedican las horas de asueto principalmente a ver la televisión, estar con la familia,-término muy abstracto, ya que compartir techo no es sinónimo de hacer vida familiar, y menos en estos tiempos-, oír la radio, escuchar música y, de manera emergente, al ocio digital, es decir, a los videojuegos, las redes sociales u otros tipos de divertimiento en el que media un dispositivo electrónico avanzado. A un ritmo imparable, el ordenador va comiéndole terreno al televisor, aunque todavía la media de tiempo que la gente malgasta frente a la pantalla televisiva supera las cuatro horas diarias, casi nada.


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    ¿Quede tiempo queda pues para la cultura, el autodesarrollo personal, el arte, el estudio,…? Apenas un fragmento temporal residual. La aspiración a la paideia, -a la educación durante toda la vida con forma de auto-perfeccionamiento-, el cultivo del arte de amar (Erich Fromm)  en todas sus formas (relación de pareja, amistad, camaradería,..), la participación en la vida cívica, el ejercicio físico, el reencuentro cotidiano con la naturaleza, la investigación, el desarrollo del espíritu crítico, del libre examen y de la autonomía personal, la emergencia de la creatividad (pintura, escritura, artesanía, baile, canto, etc..) son actividades residuales en la sociedad actual. Todo ello nos conduce a un panorama sombrío y triste, carente de valores positivos para la vida y dominado por los automatismos sociales. Hemos entrado en un periodo de involución como especie viviente.

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            Visto los hechos, la sentencia no ofrece duda: culpable. Declaramos culpable al ser humano actual de los siguientes delitos:

Culpable de haber caído en la pasividad social y el condicionamiento fácil.

Culpable de desatender los atributos básicos que hacen posible una sociedad sana y cohesionada: la comunicación, la comunión y la cooperación.

Culpable de olvidar al amor, la amistad y la camaradería como formas primordiales de relacionarlos con nuestros semejantes y con el resto de criaturas que habitan el planeta.

Culpable de la atrofia de nuestro cuerpo y el empeoramiento de nuestra salud por la ausencia del esfuerzo físico real.

Culpable de abandonar los valores y actitudes que fomentan las autonomía personal  y espiritual, lo que nos ha convertido en sujetos sin calidad, dependientes, parasitarios e infantiles.

Culpable de dejarnos llevar por la tendencia al conformismo, a la subordinación a la máquina, a la uniformidad mecánica, al individualismo, al automatismo y al servilismo.



Por  todo ello, CONDENAMOS al hombre y a la mujer  a los siguientes trabajos en pro de la humanidad:

A la reconquista de nuestro sentido de lo que debe ser el ser humano;

A forjar un nuevo modo de vivir, que dé a cada hombre y mujer nuevo valor y significado en sus actividades diarias;

A simplificar su rutina diaria;

A asumir las responsabilidad públicas que le correspondan;

A reanudar la  búsqueda de la unidad, y con este fin explorar la naturaleza histórica de la personalidad y de la comunidad en toda su riqueza, su variedad, complicación y profundidad como medios y fin de su esfuerzo.     

            El ser humano no quedará libre de su condena hasta que haya desarrollado una nueva personalidad, basada en el equilibrio, la totalidad y el universalismo; y una nueva actitud frente a su propia condición humana, la naturaleza y el cosmos.  


miércoles, 9 de octubre de 2013

MOMENTOS DE ÉXTASIS INTELECTUAL


Los grandes escritores tiene la capacidad de expresar con suma belleza y exactitud sentimientos elevados que no resultan fácil transmitir mediante la palabra escrita. Waldo Frank fue capaz en "City Block" de plasmar por escrito la sensación que uno siente cuando lee un libro que te hace elevarte a un nivel de entendimiento superior. Es una mezcla de alegría, emoción, sublimidad, gozo interno y felicidad interior. Quien goza no es tu cuerpo, sino tu alma. Tu ser interior crece y se pone en armonía con el cosmos. Vuelas al reino de la Verdad que describía Platón. Te sientes unidos con personas a las que no conoces, pero reconoces como un amigo, un compañero de viaje, a partir de lo que dejaron dicho en sus libros. Su vida, su pensamiento, continua en ti. Han dejado mensajes para los suyos, para nosotros, para quienes se toman el esfuerzo de crecer como persona. Waldo Frank, lo siento como un amigo especial, como lo fue en vida de mi maestro Lewis Mumford. Ellos heredaron un precioso tesoro de sensibiilidad, inteligencia y amor a al vida, de personajes como Emerson, Whitman, Thoreau, Melville, Alan Poe,...Y no lo dilapidaron. Lo enriquecieron y dieron brillo. Nos han facilitado momentos de éxtasis intelectual que Frank narra con estas bellas palabras: 

"¿No era ya algo bueno el haber ganado el acento surcador de la razón -Spencer, Darwin, Dewey?. Anhelaba el momento de éxtasis cuando ellos lo libertaran de las brumas y la vulgaridad..., de la cerveza y de Puccini. Un derrumbe de iglesias viejas, cayendo hechas polvo, llenando el aire de polvo. Tenía manos para demoler. Compartía el éxtasis de liberación que hay en los libros claros, en las miradas claras, en las manos demoledoras...".

Si nos esforzamos podemos dotarnos de manos, de ideas, de herramientas intelectuales, para demoler los muros de la prisión mental que nos impide crecer como persona y nos mantiene en celdas separadas, con el único consuelo temporal de dar vueltas por el patio de esta prisión.


martes, 8 de octubre de 2013

LA FUENTE DE MARÍA AGUDA

Ceuta, 8 de octubre de 2013.

Era una visita ansiada y anunciada. Hoy he vuelto a la fuente de María Aguda. Es un rincón poco conocido del Monte Hacho. Fue hace unos doce años cuando tuve la primera noticia de esta antigua fuente de Ceuta, una de las más antiguas y mejor conservada de la ciudad. La primera vez que la visité me quede fascinado por la belleza de esta instalación hidráulica. Además de la singularidad edificio, sorprende los numerosos grafitos y dibujos que decoran la fachada de la fuente. Al menos se aprecian con nitidez tres barcos y varios nombres y fechas. El paso del tiempo y la falta de cuidados han motivado que sea difícil reconocer todos los números y letras.


            Tras un raro de paciente observación es posible leer unos grandes caracteres que dice: AÑO DE  1776. Al lado de este grafito, un tal Luis quiso dejar una huella imborrable de su visita a la fuente “en el verano de 1769”. Siguiendo su ejemplo, Authier, en 1792, dejo constancia de su paso por la fuente. No se crean que este lugar era frecuentado sólo por hombres. Por si alguien tuviera dudas al respecto, una mujer, intuimos de fuerte carácter por la profundidad del trazo, puso la palabra Doña, aunque no sabemos su nombre. También estuvieron Carlos, Leiva, Vargas, Bremón  y Don Juan de Villanueva, alguien de postín por su cuidada y elegante caligrafía.





            Todos estos personajes del siglo XVIII hicieron lo mismo que he estoy haciendo yo hoy: pasear por los caminos del Hacho en busca de tranquilidad y saludable reencuentro con la naturaleza. No sabemos si uno o varios de quienes frecuentaban la fuente ejercieron sus dotes artísticas marcando o dibujando los barcos que se divisaban desde este elevado punto.



            Han pasado casi doscientas cincuenta años desde aquel día de verano de 1769 en el que Luis cogió su pequeña navaja o cuchillo, -una vez saciada la sed en la fuente-, para marcar de manera indeleble la pared de la fuente. En aquellos días gobernaba la ciudad el Teniente General D. Francisco Tineo, Marqués de Casa Tremañes. Según narra José A. Marquez de Prado en su “Historia de Ceuta” (1859), “la mendicidad vergonzante pululaba dentro de los muros de Ceuta”. Una ciudad “triste y lánguida” que aún seguía soportando estoicamente los frecuentes ataques de tropas musulmanas. A bueno seguro que Luis y el resto de personas, cuyo recuerdo ha quedado impreso en la fuente de María Aguda, encontraron en los caminos del Hacho un espacio en el que huir de tanta miseria y tristeza.


            Mucho ha cambiado el Hacho desde los tiempos de Luis, Carlos y el Sr. Villanueva. Los caminos originales del Monte Hacho han desaparecido o han quedado inutilizados. En la actualidad una carretera asfaltada rodeada este mítico promontorio. Una carretera que ha cortado la comunicación con la batería de Punta Almina, a la que estoy seguro se asomaban los caminantes del siglo XVIII para disfrutar de unas bellas panorámicas del Estrecho.


            La fuente hace ya largo tiempo que no tiene agua. Donde antes se contenía el agua, ahora se acumulan hojarascas y basura. La sucia mano del hombre actual se hace patente con la presencia de botellas, papeles, latas y plásticos. La rabia y la indignación ante la falta de sensibilidad me anima a retirar algunos de estos residuos. Pienso en lo extraordinario que sería recuperar este lugar para  las personas que aún disfrutan de un agradable paseo por el Monte Hacho. Constituiría un homenaje a aquellos caballeros y damas que nos antecedieron en el amor a la naturaleza.  



miércoles, 2 de octubre de 2013

LA CAMA DEL HACHO

Ceuta, 2 de octubre de 2013.

Aunque me tengo por una persona previsible, algunas veces me sorprendo a mí mismo y cambio repentinamente de planes sin que medie una razón concreta. Esta mañana,  mi propósito era llegar hasta la antigua Fuente de María Aguda para sentarme y reflexionar un rato sobre el valor simbólico de este lugar. Sin embargo, según me acercaba al Monte Hacho, noté un irrefrenable deseo de subir hasta la fortaleza para rodearla. Ahora que lo pienso, creo que sí tenía un motivo para hacerlo. Ayer, al regresar a casa por la tarde, me quede fascinado por el hermoso día de poniente que permitía ver con nitidez las costas andaluzas. Entonces pensé: mañana, si amanece un día similar, no puedo desaprovechar la oportunidad de disfrutar de las panorámicas que ofrece el Hacho.


Así que, al llegar a las torres del Sarchal, me he armado de valor y he emprendido la dura subida hasta la antigua Puerta de Ceuta. Una vez coronada la cima, he comenzado a rodear los vetustos muros de la fortaleza. El camino es realmente precioso y motivador. No en todos los lugares puedan disfrutar de un sendero junto a un recinto fortificado de origen medieval, aunque profundamente remodelado por los españoles en tiempos de Carlos III. Estos muros están impregnados por el sufrimiento y los llantos de muchos presos que dieron con sus huesos en este conocido penal.






Cuando ya emprendí el último tramo del camino que llega hasta el Baluarte de Málaga, he tenido que buscar una ruta alternativa. El estrecho sendero se encontraba plagado de abejas y era mejor no irritarlas con mi presencia. De modo que he tomado un camino que desembocaba en las inmediaciones del mirador de San Antonio. Una vez allí, he seguido el sendero del Parque de San Amaro. A mitad del recorrido he hallado un agradable rincón: un hermoso pino a cuyos se ha formado un mullido manto vegetal que invitaba a disfrutar de una placida siesta matutina. No me he dejado arrastrar por la tentación, aunque no descarto que algún día venga expresarme para tumbarse sobre la que acabo de bautizar como “La cama del Hacho”.




A pocos metros de este natural y agradable catre, comienzan los senderos del propio parque de San Amaro. En un cruce de caminos he decidido sentarme para escribir estas líneas. Desde este punto se divisa con claridad la entrada y salida de barcos al puerto ceutí, así como se contempla la belleza del Estrecho. También  se aprecia, muy a mi pesar, el ruido que proviene de la ciudad y de las máquinas que andan transformando sin piedad este majestuoso paraje.




Me encuentro en un punto intermedio entre la naturaleza y el ser humano. A mi espalda llega el cantar de los pájaros y el frescor de los árboles; y enfrente, entre las calles que observo desde aquí, percibo el frenético ir y venir de coches y personas. El incesante ruido turba mis sentidos y enerva mi ánimo. Ganas me dan de dar media vuelta para sentarme en la “Cama del Hacho”. Pero ya es hora de emprender la vuelta. Otro día será.