martes, 4 de diciembre de 2012

HEREDEROS DEL ROMANTICISMO

En multitud de ocasiones, personas cercanas a mí, ya sea por lazos familiares o de amistad, me han tildado de romántico, por aquello de mi activismo ecologista. Y llevan razón. Uno de los rasgos característicos del romanticismo fue su culto a la naturaleza. El movimiento romántico definió a la naturaleza como “el cielo, la tierra y todos sus habitantes no tocados por la mano del hombre”. Vivir de acuerdo a la naturaleza era aceptar la tierra y su vida orgánica y tratar la existencia del hombre como poseedora de valor por su participación en esta vida. Esta visión de la naturaleza era radicalmente opuesta a la defendida por el precedente hombre barroco que trato de forzar la naturaleza. El hombre romántico, por el contrario, se sometió gustoso al medio natural. Como amante de la naturaleza glorifica la singularidad y el capricho, lo accidental y lo imprevisto.
Estas divergentes formas de concebir la naturaleza dio lugar en el siglo XVIII  a dos tipos de personalidad que aún perduran en nuestro tiempo: el romántico y el utilitario. Durante un breve lapso temporal ambas concepciones se encarnaron en un ser equilibrado que aunaba lo mejor del romanticismo y el utilitarismo. Su representación más exacta la podemos encontrar en la figura de Robinson Crusoe. Un hombre con un profundo conocimiento de los ciclos naturales y de las herramientas ideadas por la humanidad para cultivar la naturaleza y resistir a su fuerza, sin alterarla de forma permanente. Pero tal conjunción de caracteres no llegó a tomar suficiente cuerpo para dar forma a un idolum humano capaz de frenar la irresistible presión de la expansión territorial y económica. El hombre utilitario,  ayudado por el desarrollo de la ciencia y la técnica, declaró la guerra a la naturaleza, contienda que casi ha vencido, pero en la que no quiere dejar prisioneros. Por su parte, el hombre romántico no desapareció del todo y aún puede rastrearse su legado en el escaso ejército de conservacionistas, ecologistas y defensores del patrimonio que constituye la mermada infantería con la que cuenta el patrimonio cultural y natural para hacer frente a tanto utilitarista insaciable de poder y riqueza. Para librar esta desigualdad batalla necesitamos voluntarios. Alístate.
 
 
 

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